jueves, 5 de octubre de 2017

Yoísmos...

Curioso como tantas cosas de ésta sociedad es que entre la globalización, la unificación de los gustos y cánones de consumo a nivel mundial, la masificación de las ideologías, etc., se desarrolle el yoísmo como base espiritual de vida para la mayoría de los seres sociales. 

Hay muchas definiciones de yoísmo, en lo personal me quedo con ésta: “Yoísmo(…)Etimológicamente viene de ego [yo] e ismo [práctica], por lo tanto significa la práctica de ser yo (…) Wikipedia, dixit. Yo ( ja!) añadiría : “la práctica de ser yo, sobre todas las personas, situaciones y cosas””. 
Si analizamos a fondo las actividades espirituales, filosóficas, existenciales o alternativas que ocupan las horas libres de trabajo de la sociedad moderna o primermundista, que tienen como finalidad suprema la alegría del alma (que en mi ignorante opinión resume el encuentro contigo mismo, tu misión en la vida, tu origen, tu significado, tú esto y aquello, y etc., etc., etc.). Todas estas formas, que se manejan sobre superficies aparentemente universales, cósmicas y energéticas; no tienen otra base que el yoísmo. Haciendo un resumen general y tal vez poco elegante, todo vestigio de alegría tiene su fundamento en el yo y su estado de satisfacción consigo mismo. Yo me tengo que sentir pleno, yo me tengo que sentir alegre, yo me tengo que sentir satisfecho, yo soy lo más importante… y ese saber parte desde mi (los hay que después de esto también son religiosos pero no entraré en eso ahora). Es como si en un piano el Do sonara bien y por ello asume ese Do, que el resto de las cuerdas están también bien afinadas y les exige sonar con su misma armonía… Pero...¿Y si ese Do está desafinado y no se da cuenta? La libertad individual es válida si, pero no en sociedades de consumo masificado, ya que si todas las cuerdas del piano están desafinadas pero no lo asumen, cada una vivirá una ilusión de sinfonía que en realidad es una  disonancia grupal y vivirían en un constante malestar. Eso es un verdadero trastorno para nuestra masa energética que convive con las ondas sonoras de forma potencial. Es aquello de: yo tengo razón, el mundo es como yo digo, los demás están todos equivocados. 
Para una sociedad cada vez más apretada y que depende de la buena coexistencia en espacios cada vez más reducidos o competitivos y más masificados, la implantación del yoísmo suena más a bomba de relojería que a solución espiritual. En efecto, hay casi que dos intenciones de vida: quienes buscan encontrar o fabricar lo que más les satisface y quienes buscan satisfacerse con lo que encuentran. Los primeros someten y los segundos conviven. La modernidad idolatra lo primero y esto ha sido la implantación cultural del occidentalismo. 



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