sábado, 21 de marzo de 2015

Hoy puedo decir que comienzo a comprender...

Estoy llegando a un punto de éste recorrido tan intuitivo como audaz y hasta irónico a veces, en el que la claridad se hace casi a cristal. Es allí donde se comienza recién a reconocer la historia que llega por medio de la memoria genética, eso a lo que muchos llaman intuición o clarividencia.

Un día en Brasil, caminaba con mis hijos pequeños por la playa y como buenos niños que eran (y espero no dejen nunca de serlo), atropellaban los momentos con la búsqueda de un más allá del lugar que se habita. “Vamos a aquella piedra pa. Vamos hasta aquel árbol…”

En ese momento ocurrió algo que recién hoy comprendo o tal vez, comience a comprender ya que permaneció fijado en mi memoria (cosa que no es común). Me senté en la arena y con un palito comencé a cavar en ella muy despacio. Los dos vinieron a preguntarme qué hacía y es que yo sabía de su inquietud inacabable y curiosidad devoradora que los atraería de inmediato. Les dije que buscaba bajo mis pies ya que el mundo era tan inmenso hacia allá (y señalé el horizonte) como hacia aquí (y señalé el agujero). Se sentaron conmigo y de pronto comenzamos a juntar caracoles minúsculos de todas formas y colores que habíamos estado pisando. Esto nos llevó todo el resto de la tarde…

Es interesante por que en éste caso, están ellos de testigos y espero que recuerden ese día.

El tema es que estoy llegando a un punto de éste recorrido en que no me queda más remedio que comenzar a comprender todo lo hecho en base al conocimiento que ya poseía y que simplemente aprendí a reconocerlo sin permitir que se contamine. Esto que llaman intuición o confiar en uno mismo. Esto que castran al primer día de jardín de infantes. “No hagas nada que no te digan que puedes hacer”.

Lo cierto es que hoy comprendo la diferencia entre conocimiento y sabiduría. El primero es el tener y el otro es el ser. Ya tendremos tiempo de conversarlo…