lunes, 11 de enero de 2016

Tiempos...

Estamos ante un tiempo de verdadera revolución. No se trata de aplicar lo aplicado, de matar al asesino, de recuperar lo robado o golpear al que ha golpeado. La violencia ya es un bucle que por inercia continúa sin renovada fuerza aplicada. No confundamos arte con elitismo, o sabiduría con intelectualismo. No pensemos que el arte, debiendo ser un acto expresivo libre de tóxicos interesados que condicionan la expresión, puede ser auténtico cuando cotiza en dinero antes de ser ejecutado o bien, que es ejecutado para que le hagan paso con la venia correspondiente para cotizar en dinero. El arte puede tener muchas derivaciones y hasta aplicaciones, e incluso dejar de serlo. Pero cuando el arte camina alejado del conjunto cultural que lo contiene, pierde su gran sentido que es, recordar al hombre que sigue siendo el amor, aquel poder que no podrá ser jamás derrotado y sólo a él compete. Pierde el sentido de sensibilizar, atenuar, acariciar y despertar el alma. Y dejar de reconocer que el continente cultural lo conforma la mayoría que compone un grupo humano y no la minoría que puede pagar el precio en dinero artificialmente otorgado al “arte”…es una de las mayores bestialidades jamás aplicadas al juicio crítico. Hay que comenzar por decir las verdades que puedan costa juicio publico por información condicionada, arriesgar el miedo a ser desplazado de la pertenencia y el pánico a perder el confort de la conformidad apática y permisiva. Si cada uno en su entorno próximo dejara de permitir la intolerancia, en poco tiempo el Mundo, por pandemia, sería más tolerante. Es como nos han mostrado las redes sociales.

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