lunes, 4 de abril de 2016

Imaginar por un segundo...

Un personaje que vive pendiente de seguir acumulando un dinero que no existe y no se sabe dónde está su valor o si lo tiene, que se determina mediante una tarjeta de crédito que lo valoriza y que no se sabe de qué depende, que viste como un tal Armani, se peina como un Travolta, viaja adónde viajan los del facebook, opina como sus grupos de whatsapp, tiene sexo por Internet y trabaja todo el día para no sabe quién…me critica que por ser artista vivo fuera de la realidad y que escapamos de el día a día…

Imaginen por un segundo que les ocurre algo inmenso que les genera el pánico máximo: llegan a la caja de una tienda, sacan la tarjeta de crédito, la entregan para pagar y les dicen que no tiene fondo. Lo primero, la vergüenza pública les invade el alma y con un gesto faraónico o de perfil de fresco egipcio, solicitan la reiteración del acto de pago por que debe haber algún error. Durante ese lapso de tiempo que el cajero ejecuta vuestro pedido, a velocidad luz, revisan sus neuronas todas las situaciones posibles que pudieron haber llevado a la falta de fondos, el cerebro va a mil y la adrenalina se dispara. Es un momento cumbre de vuestras vidas. ¿Qué pasó? ¿Me habrán excluido del Mundo por algún motivo? ¿He dejado de existir? ¿Cómo seguir adelante? …Las preguntas todas de vuestra existencia se disparan a la vez y la duda les invade el alma. Es una milésima de segundo pero llega a situaciones límites en la que se alcanza a darse cuenta y se dice: “es que en realidad yo, por mi mismo, no existo”. De repente el cajero te dice: ahora si, se ve que fue un error del sistema”. El cuerpo se afloja, sientes las sonrisas de la gente que te rodean, que te acarician la estupidez de haber vuelto a ser aceptable y regresas a ser la nada de siempre, escudado detrás de una tarjeta de plástico. Si lograron comprender esto, imaginen que les digan que les restan dos horas de vida… regálense dos horas de su tiempo, e imaginen durante esas dos horas todo aquello que les hubiera gustado hacer y que no han hecho. ¡Háganlo! Son solo dos horas, durante las cuales pueden hacerlo solos, sin que nadie los vea y piense que son unos tontos o estúpidos que viven en la estratosfera, uno de esos tantos soñadores idiotas que no dejan dinero a las arcas. Pero imagínenlo de verdad, siéntanlo, vivéncienlo, háganlo realidad para ustedes. Puede que pasadas esas dos horas, hayan sentido más placer que en los últimos años. De ser así, sepan que es posible ser, sin necesidad que te digan cómo ni dónde y que en realidad, se puede vivir tanto del lado del que se cree existir por medio de una tarjeta de crédito, como del lado del que se cree ser desde sus propios sueños. Es la misma forma de vivir, un mismo síntoma de “locura”; la diferencia es que una es colectiva, permitida y aceptable por pertenencia y la otra es personal y tiende a la trascendencia. Ahora bien, aquel que pertenece, se subyuga a la norma que infiere el conjunto que lo determina y se hace intolerante a lo foráneo en un instinto proteccionista. Aquel que trasciende, comprende la tolerancia por saberse tolerado por el caótico universo donde todo coexiste y está capacitado para aportar un cambio al resto. No hay un alguien que te impida vivir, hay solo un tú que no se lo permite. 

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