La mayor satisfacción que tengo cuando me equivoco es saber
que es desde mi propio punto de vista. No me fatiga el equivocarme,
me avergüenza el conformismo. Me es más satisfactorio equivocarme que vivir bajo el
engaño de repetir lo ajeno y la comodidad de dar por hecho aquello de lo que simplemente no me entero, pero que se, que la mayoría da por cierto.
Cómo decía Tabaré Etcheverry: “Un cantor para saber de la
vida y de las cosas, ha de leer muchas hojas en el diario recorrer. Pero el
querer aprender requiere tiempo y paciencia, el sazonar la conciencia no es
moco de pavo mi amigo; la que le cortó el ombligo ya le daba independencia…”
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